miércoles, 24 de diciembre de 2008

Víspera de Navidad


- Tú sí que vas a ser la mejor Mamá del mundo..., dijo el niño besando la imagen tallada en madera clara.
Y, muy lejos de allí, ya cerca de Belén, la Virgen sonrió, a pesar del cansancio y la fatiga del camino, ante la ocurrencia del pequeño.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Una mañana de invierno

Esta mañana de comienzos de invierno nos ha dejado en Pamplona unas estampas magníficas. Es uno de esos días en los que me habría gustado ser fotógrafo.
Después de decir Misa, mientras iba por la calle intentando rezar algunas oraciones de acción de gracias, me distraje. El cielo era una inmensa pizarra de color azul claro. Rectas líneas de tiza rosa se entrecruzaban en ella formando un gran triángulo, en cuyo centro descansaba apaciblemente una menuda luna menguante de color nacar. A la izquierda, dos manos invisibles trazaban nuevas rectas que, surcando el horizonte, se abrían en ángulo separándose progresivamente.
Más tarde, camino de la universidad, pude contemplar a lo lejos la falda de la sierra del perdon. La luz del bajo sol del solsticio iluminaba los campos, envueltos en una ligera neblina. Unas casas y la torre de una iglesia se dejaban entrever, formando el bosquejo de un sencillo pueblecito.
En el campus, el cesped aparecía escarchado, canoso, salvo debajo de las copas de los árboles, donde conservaba un verdor más juvenil. En uno de los arbolitos que separan el edificio de derecho del aparcamiento, una pequeña avecilla del tamaño de un gorrión y con el cuello rojo trinaba alegremente, a pesar del frío.
Los plátanos y los álamos de la margen derecha del sadar, reducidos a un entramado de ramas desnudas, se cubrían con el manto de una nube baja que, ocultando el sol, resplandecía. Eran, así me pareció, como inertes personajes de un teatro de sombras.
La naturaleza nunca deja de sorprendernos. Los mismos paisajes de todos los días, de vez en cuando deciden arreglarse un poco y ponerse guapos… ¿Sería, esta vez, para dar la bienvenida a la nueva estación?

lunes, 15 de diciembre de 2008

El abecedario

Aventurera, comenzó él. Ella, un poco sorprendida, guardó silencio.
Brillante, continuó él; buena, sugirió ella, en cambio. A él no le pareció mal la sugerencia.
Contestataria, dijo él; creyente, profundamente creyente, pensé yo que podía haber añadido ella, pero no dijo nada.
Decidida, dijo él seguro de acertar; dominante, replicó ella, sin embargo.
¿Esperanzada?, preguntó entonces él; creo que sí, dijo ella.
¿Feliz?, apuntó él dudoso; fenomenal, sugirió ella con simpatía, tras pensar un momento; familiar, tampoco hubiera estado mal, pensé yo.
Generosa, señaló después él; pero, a ella no le convenció. Se quedaron pensativos. ¿Guapa?, lanzó entonces ella con algo de divertida curiosidad; sin duda, respondió él.
Honesta, dijo él; la convencida ahora fue ella, que respondió inmediatamente, sí, honesta sí.
Impaciente, sugirió de nuevo él; independiente, replicó ella con seguridad.
¿Juiciosa?, propuso él sin mucho entusiasmo; nuevo silencio y… ¡letra vacia! Curioso, porque esa letra está profundamente unida a su vida desde hace algunos años. Pero ninguno de los dos pensó en ello.
Krack, continuó él, con un poco de trampa; ella sonrió.
Lista, añadió él luego. Ella guardó silencio, pero sabía que él tenía razón.
Morena, afirmó él sobre seguro; menuda, replicó ella con vivacidad.
Necesitada, dijo ella tomando la iniciativa; necesitada pero independiente, puntualizó. Él asintió. A mí, en cambio, me parecía que de las cosas realmente importantes iba sobrada, pero no dije nada.
¿Orgullosa?, preguntó él, bajando un poco el tono de voz. , contestó ella sin ambages. Orgullosa de su familia, apostillé yo para mí mismo.
Práctica, creo recordar que sugirió él. Pero no recuerdo que respondió ella.
Quijotesca, propuso él, contento de la ocurrencia; quisquillosa, respondió al punto ella con sorprendente agilidad.
Rebelde, intentó sugerir él. Pero ella apenas le dejó terminar. Rojo, dijo en su lengua materna; con la erre, Rojo, repitió resuelta. Y él lo entendió perfectamente.
Sincera, continuó él; y ella, esta vez, no se opuso.
¿Tenaz? Él estaba convencido de que sí, pero ella no tanto.
¿Única?, continuó él; sí, como todos, contestó ella.
Valiente, propuso él; ¿por qué?, replicó ella quitándose importancia. Supongo que donde los demás veían valentía ella percibía simplemente convicción.
¿Whisky?, preguntó él; no, Martini, respondió ella.
¿Xenófoba? Él ya conocía la respuesta, pero había que llenar el hueco. ¡No!, respondió ella indignada.
¿Ya?, preguntó él, falto de ideas. No, nos queda una aún, dijo ella.
¿Zapatos? Sólo cuando son imprescindibles, contestó ella, y nunca de tacón alto, añadió.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Recuerdos lluviosos


La lluvia acompaña muchos recuerdos de mi vida. No sé, supongo que es parte de mi herencia asturiana. Aún hoy recuerdo una fría mañana de invierno, cuando todavía estaba oscuro, sentado junto a mi hermano Pablo en una vieja marquesina de ladrillo. Arrebujado en un gran anorak con capucha de esquimal, oigo la lluvia que repiquetea alrededor. Siento el calor de mi abrigo y, a la vez, el frío que me rodea. La oscuridad y el suave martilleo de las gotas acentúan el agradable soporcillo que me envuelve. Llega el autobús del cole, abandonamos nuestro refugio y se rompe la placidez del momento…
Hay otras muchas estampas de mi vida en las que aparece la lluvia, pero ya las contaré en otra ocasión.