martes, 14 de octubre de 2008

Entre ángeles anda el juego


Ayer me retrasé al salir de la Universidad y presumía que llegaría tarde a casa. Resignado al retraso, esperaba la villavesa, cuando, inesperadamente, un coche destartalado se detuvo ante mí. Miré y vi a Ricardo que desde el interior me hacía gestos de que entrase. Muy contento me subí a la tartana y le dije,
- gracias, me has salvado la vida.
Muy sonriente, se limitó a decir,
- han sido los ángeles custodios.
Yo soy de los que creo firmemente en los ángeles custodios, así que la respuesta me resultó de lo más natural.
Unos minutos después, ya cerca de casa, detenidos en la cola de un semáforo, el coche se cala. Poco le costó a Ricardo, para sorpresa mía, determinar la causa de ese repentino desfallecimiento.
- Creo que nos hemos quedado sin gasolina, dijo.
Miré de reojo hacia el indicador y la posición de la aguja, junto con los vanos intentos que hacía Ricardo por reanimar el motor, me confirmaron que el diagnóstico era exacto. Tan exacto como seguro era ya que yo iba a llegar a casa aún más tarde de lo previsto.
Menos mal que, muy cerca de donde estábamos, había un aparcamiento y pudimos empujar el coche hasta allí. Ahorro los detalles de la operación, que a punto estuvo de costarle a la chapa del coche algún disgusto serio.
Por fin, me puse de nuevo en marcha hacia casa. Me acordé del comentario de Ricardo sobre los custodios y pensé que el responsable del feliz inicial encuentro no había sido mi ángel custodio, sino el suyo.

1 comentario:

Sergio dijo...
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