lunes, 15 de diciembre de 2008

El abecedario

Aventurera, comenzó él. Ella, un poco sorprendida, guardó silencio.
Brillante, continuó él; buena, sugirió ella, en cambio. A él no le pareció mal la sugerencia.
Contestataria, dijo él; creyente, profundamente creyente, pensé yo que podía haber añadido ella, pero no dijo nada.
Decidida, dijo él seguro de acertar; dominante, replicó ella, sin embargo.
¿Esperanzada?, preguntó entonces él; creo que sí, dijo ella.
¿Feliz?, apuntó él dudoso; fenomenal, sugirió ella con simpatía, tras pensar un momento; familiar, tampoco hubiera estado mal, pensé yo.
Generosa, señaló después él; pero, a ella no le convenció. Se quedaron pensativos. ¿Guapa?, lanzó entonces ella con algo de divertida curiosidad; sin duda, respondió él.
Honesta, dijo él; la convencida ahora fue ella, que respondió inmediatamente, sí, honesta sí.
Impaciente, sugirió de nuevo él; independiente, replicó ella con seguridad.
¿Juiciosa?, propuso él sin mucho entusiasmo; nuevo silencio y… ¡letra vacia! Curioso, porque esa letra está profundamente unida a su vida desde hace algunos años. Pero ninguno de los dos pensó en ello.
Krack, continuó él, con un poco de trampa; ella sonrió.
Lista, añadió él luego. Ella guardó silencio, pero sabía que él tenía razón.
Morena, afirmó él sobre seguro; menuda, replicó ella con vivacidad.
Necesitada, dijo ella tomando la iniciativa; necesitada pero independiente, puntualizó. Él asintió. A mí, en cambio, me parecía que de las cosas realmente importantes iba sobrada, pero no dije nada.
¿Orgullosa?, preguntó él, bajando un poco el tono de voz. , contestó ella sin ambages. Orgullosa de su familia, apostillé yo para mí mismo.
Práctica, creo recordar que sugirió él. Pero no recuerdo que respondió ella.
Quijotesca, propuso él, contento de la ocurrencia; quisquillosa, respondió al punto ella con sorprendente agilidad.
Rebelde, intentó sugerir él. Pero ella apenas le dejó terminar. Rojo, dijo en su lengua materna; con la erre, Rojo, repitió resuelta. Y él lo entendió perfectamente.
Sincera, continuó él; y ella, esta vez, no se opuso.
¿Tenaz? Él estaba convencido de que sí, pero ella no tanto.
¿Única?, continuó él; sí, como todos, contestó ella.
Valiente, propuso él; ¿por qué?, replicó ella quitándose importancia. Supongo que donde los demás veían valentía ella percibía simplemente convicción.
¿Whisky?, preguntó él; no, Martini, respondió ella.
¿Xenófoba? Él ya conocía la respuesta, pero había que llenar el hueco. ¡No!, respondió ella indignada.
¿Ya?, preguntó él, falto de ideas. No, nos queda una aún, dijo ella.
¿Zapatos? Sólo cuando son imprescindibles, contestó ella, y nunca de tacón alto, añadió.

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