jueves, 6 de noviembre de 2008

Quince palabras


¿Son muchas quince palabras? ¿Son pocas? A veces, pueden ser sencillamente las justas.
Hace hoy una semana, un coche bomba explotó en mi Universidad. A los pocos días me encontraba en la entrada de la Biblioteca antigua. Dos chicas y un chico conversaban entre sí. Una de las chicas se despidió y, bajando las escaleras, se dirigió hacia el Edificio Central, caminando por la explanada. El chico y la otra chica, una vez solos, se quedaron en silencio, uno junto a otro, con la mirada perdida en dirección a la figura que se alejaba. Fue entonces cuando él, con voz tranquila, le dijo sin volverse:
El jueves me di cuenta de que te quiero como a una hermana.
Ella escuchó estas palabras con la misma tranquilidad con que él las había pronunciado. Mantuvo la mirada al frente y, con un atisbo de simpatía, respondió:
Qué bien.
Hubo otro momento de silencio, pero enseguida comenzaron a hablar animadamente de otras cosas, como si nada hubiese pasado.
Fueron solo quince palabras. Quince palabras para decir algo que, en el fondo, quizás los dos ya intuían.

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